Ambrose Bierce














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1842-1914?) Ambrose Gwinnett Bierce, uno de los más peculiares y personales escritores de cuentos de la Historia, nació el 24 de junio de 1842 en Horse Cave Creek, en el estado norteamericano de Ohio. Décimo hijo de un matrimonio de agricultores pobres, el resto de sus hermanos y hermanas obtuvieron del ingenio paterno —rasgo que Marcus Aurelius Bierce, el progenitor, sin duda transmitió a su vástago— nombres igualmente comenzados con la letra A: Abigail, Amelia, Ann Marie, Addison, Aurelius, Augustus, Almeda, Andrew, Albert, Arthur, Aurelia y Adelia. Dicho sea de paso, su padre, mal trabajador y gran lector, inculcó a Ambrose el vicio de la lectura; su modesta vivienda siempre estuvo bien surtida de ejemplares de autores clásicos y libros que fomentaron en él la futura pasión por escribir. Laura Sherwood Bierce, su madre, fue por tanto el pilar fundamental en la casa, una casa en la que las relaciones familiares distaban mucho de ser buenas.

En 1846 se trasladan a Indiana. A sus nueve años, Ambrose comienza a trabajar en una imprenta, en la que permanece por espacio de varios años. Con diecisiete, tiene lugar uno de esos jugosos episodios que jalonan su propia vida, en ocasiones tan interesante como sus relatos: mantiene una relación con una mujer madura de cerca de setenta. Es entonces cuando su familia lo envía al “Kentucky Military Institute”, en el que permanece un año. Tras este periodo de “destierro”, regresa a la granja de sus padres en Indiana y ejerce variopintos oficios de subsistencia: albañil, camarero, mozo de salón...
En 1861, con el estallido de la Guerra de Secesión, se alista como voluntario en el ejército de la Unión, participando en numerosas batallas y episodios bélicos que le sirven de inspiración directa en muchos de sus cuentos, protagonizados por soldados. Es en la batalla de Kenesaw Mountain donde recibe una herida en la cabeza, siendo hospitalizado en Chattanooga. Aparentemente recuperado, se reincorpora a su puesto meses más tarde, pero sufre frecuentes recaídas y finalmente abandona su carrera militar y es licenciado en 1865. El Norte ha ganado la guerra.
En este año de 1865 comienza su trabajo en la Casa de la Moneda, en Alabama. Su contacto con funcionarios y politiquillos corruptos va formando poco a poco su cínica opinión sobre el género humano, y dando carta de naturaleza a sus legítimas obsesiones acerca de la clase de “trabajos” que hacen mover el mundo. Viaja a New Orleans y de allí a Panamá, componiendo cuadernos de viajes.
Participa, en 1866, en una expedición militar contra los sioux, en calidad de ingeniero topógrafo. Toma durante esta aventura abundantes notas e incluso dibujos, que años más tarde se publicarán en forma de libro. Al año siguiente viaja a San Francisco, donde se establece y comienza a tomarse en serio sus aspiraciones de escritor, en una ciudad con marcado ambiente cultural. Empieza por componer poemas, de escasa repercusión, que se publican en el Californian. El futuro de Ambrose Bierce no era la poesía. También en el Californian y otras revistas de la ciudad publica ensayos sobre los más diversos temas, siempre en un estilo desmesurado y satírico, deudor del de otro de los más brillantes irreverentes contemporáneos suyos, el gran Mark Twain. Ataca con su pluma a la sociedad establecida, al clero, los funcionarios, las feministas... es un autodidacta periodista feroz que no se muerde la lengua. Es redactor del News Letter, famoso periódico en el que lanza su corrosiva sección “The Town Crier”; se mezcla con los círculos sociales y políticos de San Francisco, a los que vitupera en sus escritos: estas gentes acogen al lobo entre sus filas, admiradas de su insolente ingenio.

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En 1871, durante unas vacaciones en San Rafael, conoce a Ellen Day (llamada familiarmente Mollie) con la que se casa en navidades de ese mismo año. Unos meses más tarde abandona su puesto de redactor en el News Letter, y el matrimonio viaja a Londres. El tardío viaje de novios se transforma en residencia en las islas británicas, en las que permanecen hasta 1875. Durante este período, Ambrose publica en varios periódicos ingleses, a la vez que envía artículos allende los mares, que ven la luz en el Alta California.
 
 
 
Es también en esta época cuando ve publicados sus primeros libros, Friend´s Delight, Nuggets and Dust y Cobwebs from a emply skull, libros todos ellos despreciados por el propio Bierce posteriormente, debido a su escaso nivel, dado que se trata de obras primerizas. En Londres es donde el autor se gana su famoso apodo “Bitter Bierce” (Bierce el Amargo), que casa perfectamente con su talante cínico y escéptico, a la vez que rebelde. En Bristol, ciudad a la que el matrimonio se traslada buscando aires más benignos para el asma de Bierce, nace en 1872 su primer hijo, Day. Y en Leamington, dos años después, Leigh, su segundo retoño.
Llegados a 1875 encontramos que Mollie decide volver a América con sus hijos. Está embarazada de nuevo, pero Ambrose, que desconoce su estado, se queda algunos meses más en Londres, esperando que ella cambie de opinión. En septiembre abre los ojos a la realidad y toma rumbo a San Francisco para reunirse con su familia, justo a tiempo para asistir al nacimiento de su hija Helen.
Es en 1877 cuando consigue un estable puesto como redactor de la revista Argonaut, en la que comienza su nueva página, “The Prattler”. También publica un libro en colaboración, The Dance of Death, que adquiere gran éxito. Al año siguiente fallece su madre, hecho que sin duda, y aun para el irreverente y despegado Bierce, supone un duro golpe. Su padre había fallecido dos años antes. A pesar de estas calamidades familiares, su fama como corrosivo articulista en la Argonaut va viento en popa, con lo que no se comprende muy bien su decisión (en otro de esos aventureros episodios de su vida) de viajar en 1880 a Rockerville, Dakota, para encargarse de la administración de unas minas de oro. Al año siguiente regresa a San Francisco, y no pudiendo volver a la Argonaut, encuentra puesto en el semanario Wasp, en el que continúa con su satírica y muy leída página. En estos momentos inicia la redacción de su obra magna, El Diccionario del Diablo, (Devil´s Dictionary) para el que ha estado trabajando durante años bajo el primer título de The Cynic´s Word Book (El Diccionario del Cínico).

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Se inicia para Bierce en 1886 un periodo oscuro de malas experiencias: se queda sin trabajo, al cambiar el Wasp de dueño; en 1888 se separa de su mujer, más bien la abandona al descubrir que ésta recibe cartas de otro hombre; un año después su primogénito, Day, muere en un duelo; y a todo esto hay que añadirle la carga de su mala salud. Quizás estas tragedias “animan” su carácter sombrío, lo que le permite escribir algunos de sus más logrados cuentos de horror.

 

 Una luz entre tanta oscuridad tenía que surgir: el sin par magnate William Randolph Hearst le incorpora a su plantilla en el The San Francisco Examiner, en donde continúa una vez más con su “The Prattler”. También trabaja para el New York Journal, y a la par que su carrera periodística, florece la literaria, viendo la luz su famoso Cuentos de soldados y civiles, (Tales of soldiers and civilians), para los que sus experiencias bélicas de secesión tanto le valieron; y El monje y la hija del verdugo, (The monk and the hangman´s daughter) adaptación propuesta por el Dr. Danziger (Adolphe de Castro, para más señas, también colaborador de Lovecraft) de un texto alemán. En 1892 publica Can such things be?, y en 1899, Fantastic Fables. En este ultimo año, Bierce abandona San Francisco y se traslada al este. Su hijo Leigh se casa en 1900, pero desgraciadamente, ha heredado la debilidad física de su padre, y al año siguiente muere de pulmonía. Helen, su única hija, no tiene mucha mejor suerte, enferma de tifus, es hospitalizada durante meses. Se casa con un tal Samuel Ballard, sólo para divorciarse en 1906 y volver a contraer matrimonio en 1907 con Harry Cowden: la familia Bierce es inquieta.
Nuestro autor, a su vez, obtiene el divorcio de Mollie en 1905, y ésta muere en abril de ese mismo año. La salud de Bierce se resiente; su trabajo para las publicaciones de Hearst, empero, continúa. En 1906 una disputa entre estos dos hombres de carácter hace que deje de escribir para todos sus periódicos, excepción hecha del Cosmopolitan, que abandona, de todas formas, en 1909. A partir de este año, Bierce (que ya pasa de los sesenta) comienza a acariciar la idea de publicar sus Obras Completas; entre 1909 y 1912 trabaja en este proyecto, que ve la luz definitivamente con el título de Collected Works, siendo su último trabajo publicado y prácticamente su despedida de la Literatura.
Es ahora cuando la biografía de Ambrose Bierce comienza a virar hacia la condición de leyenda. En 1913, su último año entre los vivos (presumiblemente), Ambrose planea lo que sería su espectacular salida de escena. Tras realizar unas nostálgicas visitas a los que fueron campos de batalla en su juventud, cruza la frontera hacia México, sumido por aquel entonces en la confusión de la revolución. Algunos indicios, como crípticos comentarios del autor, y cartas a parientes y allegados, dejan entrever su intención de encontrar a Pancho Villa, y unirse a sus filas; o quizás, más consecuentemente, debido a su edad, participar como observador de los históricos acontecimientos que se estaban desarrollando. Para Ambrose, profundo diseccionador de los comportamientos humanos, sin duda representaba un reverdecimiento de su combativo espíritu natural. Y es en este lugar, y en este año, cuando todas las pistas sobre su destino, toda noticia sobre su posible muerte, y cómo se habría producido ésta, desaparecen en el terreno de las especulaciones. Muerto en una sangrienta batalla revolucionaria para unos; fusilado por rebeldes; fallecido a causa de la vejez y sus propios innumerables achaques, para otros... Lo cierto es que el destino final del mordaz hombre de letras nos es totalmente desconocido. Quizás entremos de lleno en las sombras de la especulación y las leyendas, pero no es del todo descabellado sugerir que Bierce, el Amargo, fiel hasta el final a su espíritu libre y a su estilo inigualable, decidió complacerse a sí mismo, y reírse una vez más del mundo, desapareciendo misteriosamente en lo que parece, ni más ni menos, que el clímax de alguna de sus inquietantes narraciones. Le salió bien la jugada; si hoy día pudiese leer sus apuntes biográficos, encabezados por un: “Ambrose Gwinnett Bierce, 1842 - ¿?”, probablemente sus carcajadas llegarían hasta el mismísimo Infierno.

Ambrose Bierce
Diccionario del diablo (fragmento)


" LOCO- Afectado por algún grado de independencia intelectual; disconforme con las normas convencionales que rigen el pensamiento, el lenguaje y la acción, normas éstas que los "cuerdos" o "conformes" produjeron tomándose como medida a sí mismos. Que discrepa con la mayoría; en resumen, extraordinario.
OPTIMISMO- Doctrina o creencia que sostiene que todo es hermoso, incluyendo lo que es feo, que todo es bueno, especialmente lo malo, y que es correcto lo que no lo es. Es defendida con gran tenacidad por aquellos más que acostumbrados a vivir en la adversidad, y que encuentran muy aceptable exponerla con una mueca que simula una sonrisa. Al ser una fe ciega, es inmune a la luz de la refutación. Dada su naturaleza intelectual, no existe otra cura que la muerte. Es hereditaria, pero afortunadamente no contagiosa.
PATRIOTISMO- Basura combustible adherida a la antorcha de cualquiera que quiera iluminar su propio nombre. En el famoso diccionario del Dr. Johnson, el patriotismo es definido como el último recurso de un granuja. Con el debido respeto a un lexicógrafo tan iluminado, aunque inferior, me atrevo a afirmar que es el primero.
PRESENTE- Parte de la eternidad que divide los dominios de la decepción de los del reino de la esperanza. "

 

Ambrose Bierce
El puente sobre el río del búho (fragmento)


" Al caerse al agua desde el puente, Peyton Farquhar perdió la conciencia, como si estuviera muerto. De este estado salió cuando sintió una dolorosa presión en la garganta, seguida de una sensación de ahogo. Dolores terribles, fulgurantes, cruzaban todo su cuerpo, de la cabeza a los pies. Parecía que recorrían líneas concretas de su sistema nervioso y latían a un ritmo rápido. Tenía la sensación de que un enorme torrente de fuego le subía la temperatura insoportablemente. La cabeza le parecía a punto de explotar. Estas sensaciones le impedían cualquier tipo de raciocinio, sólo podía sentir, y esto le producía un enorme dolor. Pero se daba cuenta de que podía moverse, se balanceaba como un péndulo de un lado para otro. Después, de un solo golpe, muy brusco, la luz que le rodeaba se alzó hasta el cielo. Hubo un chapoteo en el agua, un rugido aterrador en sus oídos y todo fue oscuridad y frío. Al recuperar la conciencia supo que la cuerda se había roto y él había caído al río. Ya no tenía la sensación de estrangulamiento: el nudo corredizo alrededor de su garganta, además de asfixiarle, impedía que entrara agua en sus pulmones. ¡Morir ahorcado en el fondo de un río! Esta idea le parecía absurda. Abrió los ojos en la oscuridad y le pareció ver una luz por encima de él, ¡tan lejana, tan inalcanzable! Se hundía siempre, porque la luz desaparecía cada vez más hasta convertirse en un efímero resplandor. Después creció de intensidad y comprendió a su pesar que subía de nuevo a la superficie, porque se sentía muy cómodo. «Ser ahogado y ahorcado -pensó- no está tan mal. Pero no quiero que me fusilen. No, no habrán de fusilarme. Eso no sería justo.» Aunque inconsciente del esfuerzo, el vivo dolor de las muñecas le comunicaba que trataba de deshacerse de la cuerda. Concentró su atención en esta lucha como si fuera un tranquilo espectador que podía observar las habilidades de un malabarista sin demostrar interés alguno por el resultado. Qué prodigioso esfuerzo. Qué magnífica, sobrehumana energía. "

El Poder de la Palabra
www.epdlp.com
Barcelona - Nueva York

 

 

Ambrose Bierce
Un habitante de Carcosa (fragmento)


" no presté atención al lugar donde me había extraviado, hasta que sentí en la cara un viento helado que revivió en mí la conciencia del paraje en que me hallaba. Observé con asombro que todo me resultaba ajeno. A mi alrededor se extendía una desolada y yerma llanura, cubierta de yerbas altas y marchitas que se agitaban y silbaban bajo la brisa del otoño, portadora de Dios sabe qué misterios e inquietudes. A largos intervalos, se erigían unas rocas de formas extrañas y sombríos colores que parecían tener un mutuo entendimiento e intercambiar miradas significativas, como si hubieran asomado la cabeza para observar la realización de un acontecimiento previsto. Aquí y allá, algunos árboles secos parecían ser los jefes de esta malévola conspiración de silenciosa expectativa. A pesar de la ausencia del sol, me pareció que el día debía estar muy avanzado, y aunque me di cuenta de que el aire era frío y húmedo, mi conciencia del hecho era más mental que física; no experimentaba ninguna sensación de molestia. Por encima del lúgubre paisaje se cernía una bóveda de nubes bajas y plomizas, suspendidas como una maldición visible. En todo había una amenaza y un presagio, un destello de maldad, un indicio de fatalidad. No había ni un pájaro, ni un animal, ni un insecto. El viento suspiraba en las ramas desnudas de los árboles muertos, y la yerba gris se curvaba para susurrar a la tierra secretos espantosos. "

Frases 

 

Todos son locos, pero el que analiza su locura, es llamado filósofo.

Más frases sobre: Locura

Si deseas que tus sueños se hagan realidad ¡despierta!.

Más frases sobre: Sueños

Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí.

Más frases sobre: Egoísmo

En asuntos internacionales, la paz es un período de trampas entre dos luchas.

Más frases sobre: Paz

Matrimonio: Estado o condición de una comunidad que se compone de un señor, una concubina y dos esclavos, todo en solo dos personas.

Más frases sobre: Matrimonio

No tomes el nombre de Dios en vano; escoge el momento en que tenga efecto.

Más frases sobre: Dios

La duda es la madre del descubrimiento.

Más frases sobre: Duda, La

Hacer del juego un negocio no puede compararse con el negocio del juego.

Más frases sobre: Juego

El que se ve en una situación peligrosa piensa con las piernas.

Más frases sobre: Peligro

El optimismo es la creencia de que todo es hermoso.

 

 
















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Bibliografía

  • Cuentos de soldados y civiles, Valdemar, 2003, ISBN 84-7702-438-3
  • ¿Pueden suceder tales cosas?, Valdemar, 2005, ISBN 84-7702-501-0
  • El diccionario del diablo, Galaxia Gutenberg, 2005, ISBN 84-8109-359-9
  • The Friend's Delight, (1872)
  • Nuggets and Dust, (1872)
  • Cobwebs from an Empty Skull, (1873)

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